Me acuerdo con mucho cariño de su pelo delgadito tomado con orquillas, su pañuelo siempre a mano, las pastillas de menta, su olor medio dulzón, las cajitas de remedios, las largas horas que sentada en silencio después de comida escuchaba música atentamente, la virgen del Perpetuo Socorro con una luz siempre prendida, el rosario rezado en cama, los tomates pelados y sin pepas, las lágrimas de año nuevo, un vasito de oporto... Para mí era una persona por encima de los demás, de otro hemisferio, inteligente, sensible, culta. No tenía una pizca de ternura, salvo cuando se acordaba de la Adrianita. Uno intuía que guardaba secretos no confesados, como el recuerdo que siempre tuvo por el gran amor de juventud, el poeta colombiano. Yo soñé con tener un amor tan romántico como ese y mi interés por la literatura y la música se las debo en parte a ella.
La Mamina, infaltable todos los Domingos a la hora de almuerzo, observadora, perfeccionista, no se perdía la siesta por nada del mundo. Lo que sí se le perdían eran los pañuelos y le echaba la culpa a las nanas. Recuerdo los tecitos en su departamento de Providencia, donde la María hacía unos sandwiches deliciosos. Recuerdo los Domingos cuando nos hacía dormir y nos ordenaba toda la ropa. Siempre alegando por el desorden, por lo mal portado de los hombres (tenía mucha rabia por el sexo masculino)murmurando entre dientes garabatos inentelegibles. Nunca olvidaré las horas que demoraba en hacerse cada rizo de su pelo, envolviendolo en un rizador y sujetándolo en un moño lleno de orquillas. Nunca la ví con el pelo suelto. Era una persona severa, con ella y los demás, culta e independiente. Sacó su familia adelante con mucho esfuerzo viajando y vendiendo ropa entre sus conocidas. Quedó sola después de su separación y se la vivió con mucha dignidad.
La Mamina, sí, eso de su rabia por el sexo masculino me acuerdo muy bien; no quería mucho a mi papá (claro que mi papá era algo jodido también) y cuando nos iba a visitar estaba todo el tiempo malhumorada y encontraba todo mal. Mi mamá siempre decía que a la única parte que le gustaba ir era a la casa del Tío Tano, que era el hijo predilecto! Yo creo que su gran trauma fue la muerte temprana de su primera hija Adriana, y cómo no, si la chiquita en un descuido se envenenó con veneno para ratones! Qué persona mas estricta, mi mamá me contó que la puso a ella con sus hermanas en un internado, a la vuelta de la esquina en la casa de Rancagua. Las dejaba allá también los fines de semana, les pasaba a dejar comida, algo rico para los domingos, pero no las sacaba! Mi mamá fué muy llorona y echaba de menos a su madre cuando chica, pero no recibió mucha ternura de ella. En cambio parece que el abuelito Juan era mucho más tierno, así al menos lo recordaba mi mamá.
De adulta mi mamá visitaba a la Mamina todos los jueves, no sé porqué justo ese día, pero los jueves eran ‘sagrados’, como ella decía.
3 comentarios:
Me acuerdo con mucho cariño de su pelo delgadito tomado con orquillas, su pañuelo siempre a mano, las pastillas de menta, su olor medio dulzón, las cajitas de remedios, las largas horas que sentada en silencio después de comida escuchaba música atentamente, la virgen del Perpetuo Socorro con una luz siempre prendida, el rosario rezado en cama, los tomates pelados y sin pepas, las lágrimas de año nuevo, un vasito de oporto...
Para mí era una persona por encima de los demás, de otro hemisferio, inteligente, sensible, culta. No tenía una pizca de ternura, salvo cuando se acordaba de la Adrianita. Uno intuía que guardaba secretos no confesados, como el recuerdo que siempre tuvo por el gran amor de juventud, el poeta colombiano. Yo soñé con tener un amor tan romántico como ese y mi interés por la literatura y la música se las debo en parte a ella.
La Mamina, infaltable todos los Domingos a la hora de almuerzo, observadora, perfeccionista, no se perdía la siesta por nada del mundo. Lo que sí se le perdían eran los pañuelos y le echaba la culpa a las nanas. Recuerdo los tecitos en su departamento de Providencia, donde la María hacía unos sandwiches deliciosos. Recuerdo los Domingos cuando nos hacía dormir y nos ordenaba toda la ropa. Siempre alegando por el desorden, por lo mal portado de los hombres (tenía mucha rabia por el sexo masculino)murmurando entre dientes garabatos inentelegibles.
Nunca olvidaré las horas que demoraba en hacerse cada rizo de su pelo, envolviendolo en un rizador y sujetándolo en un moño lleno de orquillas. Nunca la ví con el pelo suelto.
Era una persona severa, con ella y los demás, culta e independiente. Sacó su familia adelante con mucho esfuerzo viajando y vendiendo ropa entre sus conocidas. Quedó sola después de su separación y se la vivió con mucha dignidad.
La Mamina, sí, eso de su rabia por el sexo masculino me acuerdo muy bien; no quería mucho a mi papá (claro que mi papá era algo jodido también) y cuando nos iba a visitar estaba todo el tiempo malhumorada y encontraba todo mal. Mi mamá siempre decía que a la única parte que le gustaba ir era a la casa del Tío Tano, que era el hijo predilecto! Yo creo que su gran trauma fue la muerte temprana de su primera hija Adriana, y cómo no, si la chiquita en un descuido se envenenó con veneno para ratones! Qué persona mas estricta, mi mamá me contó que la puso a ella con sus hermanas en un internado, a la vuelta de la esquina en la casa de Rancagua. Las dejaba allá también los fines de semana, les pasaba a dejar comida, algo rico para los domingos, pero no las sacaba! Mi mamá fué muy llorona y echaba de menos a su madre cuando chica, pero no recibió mucha ternura de ella. En cambio parece que el abuelito Juan era mucho más tierno, así al menos lo recordaba mi mamá.
De adulta mi mamá visitaba a la Mamina todos los jueves, no sé porqué justo ese día, pero los jueves eran ‘sagrados’, como ella decía.
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