Cuando volvía del colegio, la Mamina lo esperaba para que primero se lavara las manos y después pasara a la mesa, que le tenía llena de exquisiteces, tapadas por un pañito. Para mi papá era la felicidad máxima levantarlo y sentarse a comer. Era tremendamente goloso y se puede ver lo mucho que lo aprovechó.
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Cuando volvía del colegio, la Mamina lo esperaba para que primero se lavara las manos y después pasara a la mesa, que le tenía llena de exquisiteces, tapadas por un pañito. Para mi papá era la felicidad máxima levantarlo y sentarse a comer.
Era tremendamente goloso y se puede ver lo mucho que lo aprovechó.
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