domingo, 27 de enero de 2008

Septiembre 27, a las 9 pm.
Hija mía: Aquí estoi a tu lado, velando tu sueño; eres tú mi única preocupación de noche de día i también mi único consuelo en tantas amarguras que recibe mi alma. Estoi sola a tu lado; todos han salido i yo no me atrevo a apartarme de ti. Para mi no hai fiesta ni alegrías: han pasado ya los días del Centenario; todos han ido a regocijarse en estos hermosos días, todos han paseado i se han divertido: para mi la alegría eres tú. Desde que se fue tu ama, ni un instante te he abandonado i mis cuidados i caricias te han hecho no sentir la ausencia de ella. ¡Te mimo tanto! ¡Te quiero tanto! ¿Comprenderás algún día todo lo que eres para mí? Escribo estas líneas pensando que cuando ya puedas comprender haz de leerlas, para que veas qué infinito tesoro has sido para mí.
Mirándote, ya todo me parece más llevadero, la vida que tan dificultosa se nos ha presentado en este tiempo, se aligera al encanto de tus risas. Tú eres la alegría.
Tienes tanto en tu vida, en tu destino. ¿Qué será de ti?
Me preparo para criarte i educarte para la gran lucha de la existencia, esta existencia tan llena de amarguras i de lágrimas. ¡Ojalá Dios permita que no las conozcas tú!
“¡Que el pesar te halle dormida, que el placer te halle despierta!”

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