Su origen se ha situado a fines de la Edad Media o comienzos de la Edad Moderna, según Caro Baroja. De hecho, la leyenda aparece reflejada en la Crónica de los Reyes de Navarra (1534) escrita por Mosen Diego Ramírez de Abalos de la Piscina y asimismo recogida por don Esteban de Garibay y Zamalloa en su Compendio historial... (1571), pero, sin embargo, no fue mencionada por historiadores como Fray Prudencio de Sandoval o Moret, entre otros. El Padre Burgui (1774) se hizo eco de ella y contribuyó en buena medida a su difusión y por último la novela histórica de Amaya o los vascos en el siglo VIII de Navarro Villoslada la popularizó en nuestra época. Arigita (1904) revisó la versión dada por el novelista en su libro sobre el santuario.
La leyenda cuenta que don Teodosio, hijo del señor del palacio de Goñi, uno de los ricos hombres del país, se casó con doña Constanza de Butrón y Vianda, noble del lugar de Goñi. El año 707, en el reinado de Witiza, don Teodosio fue a Africa a luchar contra los moros a las órdenes del conde don Julián según unos y para defender Iruña sitiada por los judíos en coalición con los árabes, según otros.
Entretanto, doña Costanza había llevado a los padres de don Teodosio a su casa natal. Al regresar éste de la guerra, hallándose ya en las cercanías de su pueblo en el paraje Errotavidea (camino del molino) que conduce al valle de Ollo le salió al encuentro el diablo disfrazado de ermitaño quien le informó que su esposa le era infiel con un criado mancillando su honor y el de su familia.
Don Teodosio regresó precipitadamente a casa de su mujer y confundido mató a sus propios padres que dormían en su lecho clavándoles la espada en el pecho. Al salir de casa vio con sorpresa a su mujer que salía de la iglesia y venía hacia él jubilosa por su regreso, quien le hizo reparar en su error.
El parricida confesó su culpa aquella misma noche al párroco de Goñi, Juan de Vergara, y después al obispo de Pamplona, Marcial, que le ordenó que fuera a Roma en peregrinación para obtener la absolución del pontífice. El papa, después de oír la confesión del crimen le mandó que hiciera penitencia ciñiéndose una gruesa cadena a la cintura y llevando una cruz a cuestas. Cuando la cadena se rompiese habría conseguido el perdón debiendo edificar en aquel sitio una iglesia al arcángel San Miguel.
Encontrándose en las proximidades del monte Ayedo, a poca distancia de Goñi, se le rompió un eslabón de la cadena y allí levantó la ermita de San Miguel de Ayedo que aún existe. Pasados siete años hallándose en una cueva del monte Aralar salió de ella un horrible dragón de ojos centelleantes y ponzoñosa boca.
Ante el peligro don Teodosio invocó a San Miguel y en aquel momento, en medio de un gran trueno apareció el arcángel con la cruz sobre su cabeza. El dragón quedó muerto y las cadenas rotas, dejando San Miguel a don Teodosio una pequeña imagen de madera. En aquel lugar construyó una iglesia a donde se retiró con su esposa. Allí se veneran la imagen de San Miguel y las cadenas del sacrificio.
La leyenda cuenta que don Teodosio, hijo del señor del palacio de Goñi, uno de los ricos hombres del país, se casó con doña Constanza de Butrón y Vianda, noble del lugar de Goñi. El año 707, en el reinado de Witiza, don Teodosio fue a Africa a luchar contra los moros a las órdenes del conde don Julián según unos y para defender Iruña sitiada por los judíos en coalición con los árabes, según otros.
Entretanto, doña Costanza había llevado a los padres de don Teodosio a su casa natal. Al regresar éste de la guerra, hallándose ya en las cercanías de su pueblo en el paraje Errotavidea (camino del molino) que conduce al valle de Ollo le salió al encuentro el diablo disfrazado de ermitaño quien le informó que su esposa le era infiel con un criado mancillando su honor y el de su familia.
Don Teodosio regresó precipitadamente a casa de su mujer y confundido mató a sus propios padres que dormían en su lecho clavándoles la espada en el pecho. Al salir de casa vio con sorpresa a su mujer que salía de la iglesia y venía hacia él jubilosa por su regreso, quien le hizo reparar en su error.
El parricida confesó su culpa aquella misma noche al párroco de Goñi, Juan de Vergara, y después al obispo de Pamplona, Marcial, que le ordenó que fuera a Roma en peregrinación para obtener la absolución del pontífice. El papa, después de oír la confesión del crimen le mandó que hiciera penitencia ciñiéndose una gruesa cadena a la cintura y llevando una cruz a cuestas. Cuando la cadena se rompiese habría conseguido el perdón debiendo edificar en aquel sitio una iglesia al arcángel San Miguel.
Encontrándose en las proximidades del monte Ayedo, a poca distancia de Goñi, se le rompió un eslabón de la cadena y allí levantó la ermita de San Miguel de Ayedo que aún existe. Pasados siete años hallándose en una cueva del monte Aralar salió de ella un horrible dragón de ojos centelleantes y ponzoñosa boca.
Ante el peligro don Teodosio invocó a San Miguel y en aquel momento, en medio de un gran trueno apareció el arcángel con la cruz sobre su cabeza. El dragón quedó muerto y las cadenas rotas, dejando San Miguel a don Teodosio una pequeña imagen de madera. En aquel lugar construyó una iglesia a donde se retiró con su esposa. Allí se veneran la imagen de San Miguel y las cadenas del sacrificio.
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