viernes, 11 de abril de 2008

Marcela y Sven Ake Landström


El día de su matrimonio, el 11 de julio de 2004. El está leyendo una poesía de los Versos del Capitán, de Neruda, en sueco. La Marcela es sicóloga y Sven Ake músico.

1 comentario:

Marcela dijo...

A propósito, saben ustedes a que me dedico? Pues, como dicen los peruanitos o serán los mexicanitos, lo decía más para congraciarme con el primo primo Mario; me he transformado en una experta del tema nostalgia.

Y saben ustedes cómo fue que todo comenzó. Mi mamá, y para que entiendas Mario, mi mamá es Pepa Goñi, de modo que yo me llamo Marcela Bravo Goñi, estoy como el psicoanalista de la Adriana que le dicen verde y se pone a hablar de las colinas de Irlanda. Bueno retomo el hilo, cosa que todavía hago. Mi mamá contaba siempre que su abuelita Augusta (sí, esa misma, la cool) vivió añorando su tierra y sus padres, a los cuales nunca más vió después del largo viaje que la trajo hasta nuestras tierras. Mi madre me transmitió un sentimiento y más que nada, curioso, una visión. Yo (cómo puede ser?) tengo un cuadro interior de ella (hablo con palabras traducidas del sueco, ya no sé cómo ésto podría decirse en buen castellano) sentada en un patio, vuelta hacia el otro lado del río, con una cofia bordada violeta oscuro (quién la tendrá, seguro la Paulina que se hizo cargo de las cosas de mi mamá cuando ella murió) y con sus hijos pequeños dándole vuelta, sin que ella les prestara mucha atención. Pues su atención, como decía, está puesta en el pasado y en otro espacio y lugar.

Si ella sufrió de fijación nostálgica (concepto acuñado por el médico psicoanalista C.A. Zwingman - mi guru - después de la segunda guerra mundial, cuando trabajó en los campos de refugiados europeos que esperaban volver a sus países, o poder irse a la recién formada patria Israel), bueno no pierdan el hilo.. si es así, se explica la deprivación maternal de la que sufrió Sarita, sí ella, nuestra tan mentada Mamina. Y si le ponemos más color a la historia, resulta que Gusta tuvo que reprimir sus sentimientos y tradiciones religiosas, en un país que no pudo querer (pues, de nuevo, porque la fijación nostálgica se lo impedía) y cuyo idioma, esto también según Pepita, jamás aprendió. A quién se le habrá ocurrido lo de la conversión y en qué momento? En el barco en que viajaron y en que murió, también aquí, una de sus hijas? Sería Somer, al que mi madre recordaba como un rayo de furia en el firmamento, el que prohibió toda alusión? El secreto, dónde comienza? Esto es importante para los psicólogos familiares, entre los que me cuento.

De modo que así como Adriana se siente un poco yo cuando va a la Villa Grimaldi, yo me siento un poco la que retorné a casa, por fin. Y por eso, Carmen, no por el zorrito, es que no vuelvo a esa casa madrastra, la chilena, la que me maltrató y me expulsó de su seno. Esta es mi casa, mi casa nueva, a la cual amo. Y todos ustedes son mi nostalgia.

Un abrazo
Marce